viernes, 15 de junio de 2012

Cartas desde Nueva York - 1




Al Alcalde de Cartagena de Indias sobre el tema del manejo del Conjunto Monumental de la ciudad

Señor Alcalde:


            El Conjunto Monumental de Cartagena de Indias no debe ser administrado por nadie distinto al Distrito. La ciudad, heredera legítima de las construcciones coloniales debe ser por hecho y por derecho la máxima autoridad administrativa de dichos bienes. La Nación sin embargo, declaró en 1959 su interés en la preservación de los monumentos de Cartagena y el Ministerio de Cultura bajo tal legislación tiene injerencia sobre estos temas. Su labor entonces recae en ofrecerle al Ministerio las garantías suficientes para que los monumentos sigan siendo bienes que enorgullezcan a la ciudad y al país.

            En virtud de lo anterior es posible pensar en elevar, mediante Acto del Honorable Concejo de la Ciudad el IPCC a Secretaría Distrital de Patrimonio Histórico y Cultura y que ésta reporte directamente a usted. Dentro de dicha Secretaría se podría crear una Subsecretaría para el Manejo del Conjunto Monumental de Cartagena de Indias con Directores Técnicos para cada monumento o grupo de ellos. Dicha entidad deberá elaborar un Plan Maestro de Manejo Patrimonial que incluya los monumentos tradicionales y que añada el Centro Histórico y los monumentos distritales, tanto públicos y privados de extramuros. El Alcalde podría crear también una Consejo Ad Honorem del Patrimonio presidido por el e integrado por un enlace del Ministerio de Cultura (representando al Gobierno Nacional), un enlace de la Gobernación de Bolívar, el Secretario de Patrimonio del Distrito y los Directores Técnicos. 

            La Secretaría de Patrimonio y Cultura tendría la labor de administrar los bienes públicos del Conjunto Monumental pero también la obligación de velar por la conservación de todos y cada uno de los bienes de interés. Presentaría al Alcalde de la Ciudad el conjunto de normas necesarias para fortalecer el marco legal del Patrimonio y se encargaría de presentarlo ante el Honorable Concejo de la Ciudad para su discusión y eventual aprobación. Recibiría también las quejas, reclamos, sugerencias y necesidades de la población cartagenera y velaría por conservar la memoria histórica de nuestros monumentos y bienes materiales e inmateriales. Cartagena turística, industrial y portuaria, colombiana y caribeña debe seguir siendo en primer lugar de sus hijas e hijas.

            Como cartageneros entendemos las motivaciones que llevan al Ministerio de Cultura a intervenir en el manejo de los bienes monumentales pero consideramos de suma importancia que se sigan respetando los principios de autonomía. La ciudad no puede ser vista como un terreno baldío y estar sujeta solo a las necesidades del gobierno nacional. Cartagena y sus habitantes deberían tener potestad plena para dirigir sus políticas locales de Patrimonio. El Ministerio entraría a dirimir los conflictos que puedan llegar a presentarse y a velar desde la Capital por la transparencia administrativa y las buenas prácticas de conservación. Se debe tener en cuenta que las decisiones unilaterales por parte de la Capital de la República no causan sino estragos en las relaciones administrativas y deterioro en la capacidad gubernativa de las autoridades. Bogotá es un perfecto ejemplo de este tipo de situaciones aún cuando es la sede del Gobierno Nacional. La Capital parece no saber a quien le pertenece que cuando se trata de Monumentos Históricos y muchas veces es imposible que se limpie la fachada de un edificio porque no se sabe sobre quien recae esa competencia o quien debe suministrar los permisos.

            Nota: Se celebra la decisión conjunta del Ministerio de Cultura y el Alcalde de Cartagena para que la Escuela Taller de Cartagena de Indias maneje el conjunto monumental de la ciudad y vele por su conservación. Sin embargo se debería seguir estudiando la posibilidad de crear un ente administrativo de mayor nivel que conjugue en un solo lugar los intereses patrimoniales del Distrito de Cartagena. Se debe seguir conversando con el Ministerio de Cultura para lograr una verdadera descentralización en el manejo del Patrimonio y transmitir este sentido de responsabilidad directamente al pueblo de Cartagena de Indias. 

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Por Una Sola Cartagena: Balance de la Esperanza

Por Una Sola Cartagena: Balance de la Esperanza

Por: Sergio Alfonso Londoño Zurek

Nos equivocamos en 2008? Firmemente creo que no, no nos equivocamos como ciudadanos al escoger a Judith Pinedo como Alcaldesa de Cartagena. En su momento fue la mejor opción, fruto de una alianza ciudadana y política llamada a cambiar el rumbo de Cartagena. Sin embargo, la historia le imprimirá a su legado una dura crítica acompañada de un positivo balance. Judith y su administración tuvieron importantes logros, tangibles e intangibles en la ciudad de hoy, pero también errores crasos que le costaron muy caro al futuro de Cartagena.

En primer lugar resaltemos la juiciosa labor de saneamiento fiscal del Distrito, atribuible a una política ordenada de recaudo de impuestos y transparencia en el manejo de lo público. Innegables son en segundo lugar, los avances en educación materializados por un norte claro en esa materia, con megacolegios, parques y bibliotecas que, junto con programas lúdicos y deportivos contribuyen a la formación de cartageneros y cartageneras. Las obras para el Bicentenario, como la restauración de teatros, el mejoramiento de la malla vial, la provisión de servicios públicos y la reconstrucción del Parque Centenario y Puerto Duro entre otras, serán un legado importante. Sin duda el Palacio de la Aduana goza de un mejor ambiente que en años anteriores y sus empleados son más profesionales y con mejor formación, capacitados para manejar la burocracia de una ciudad sumergida en complejos retos, por estar atrapada entre la tradición y la modernidad.


Aún así, en orden cronológico, mencionaré lo que para mi fueron los principales errores de esta Administración, atados unos a otros como hilos perennes que caro nos han de costar. Desde el primer día de la gestión, la Alcaldesa tendió un tejido ideológico que marcó profundamente el estilo de gobierno. Sin haberse dado cuenta, creo yo, segregó a una parte de la población cartagenera, eliminando la historia en vez de generar políticas de reconciliación. Quiso la Alcaldesa borrar en 3 años, la historia de la ciudad, que si bien ha estado llena de exclusión y desigualdad, no puede desconocerse porque ello implica que no hemos aprendido nada del pasado. Uno no puede querer generar mejores condiciones de vida para toda la población, negando el rol específico que cumplen en la sociedad cada uno de sus estamentos. Repitió entonces un error garrafal de la historia política y social de Cartagena de Indias.

Desconoció desde el primer día también la importancia de si misma como portadora de una antorcha de esperanza y se olvido que esta antorcha debía ser nutrida y cultivada para garantizar continuidad de elecciones limpias y gobernabilidad transparente en años venideros. La MariaMulata representó junto con su movimiento y la coyuntura de éste un grito desesperado de Cartagena por deshacerse de la macabras garras que permeaban su política. Ello implicaba que los ciudadanos esperaban soluciones a muchas situaciones pero aún más importante, esperábamos un gobierno que escuchara las necesidades de una ciudad que jamás había sido gobernada por alguien que le diera importancia a sus habitantes. A Judith se le olvidó oirnos, atendernos a todos y todas, se sumió el despacho del Palacio de la Aduana en un silencio mórbido y empezaron a crecer esos rumores maltrechos e injustificados de una Alcaldesa que se la pasaba en otros sitios. Como nota aparte, la vida privada de los gobernantes, no es problema de sus gobernados mientras no afecte el rendimiento en el cargo. Más importante aún, Judith no pasó la antorcha, no nos dio a todos los cartageneros y cartageneras pruebas inequívocas de lo que significaba para la ciudad haber votado a consciencia, con hambre e inundados. La gente no aprendió que el voto es sagrado, que la política no es sinónimo de corrupción porque si bien la Alcaldesa fue limpia y honesta sus vidas no cambiaron como ellos habían esperado. La esperanza se marchitó entre inundaciones y canales pluviales, en largas esperas por una audiencia y en sucesivas voces que nunca se oyeron.

En fin, la Alcaldía de la Maria Mulata no fracasó, lo que se hundió fue el sueño de Por Una Sola Cartagena, eso nunca pasó. No tiene ningún sentido crear un movimiento que no aguante el ir y venir de un gobierno y que se dispersen los 116.000 votos cuando a cada uno de ellos se les desvanece la esperanza. En Cartagena como en Colombia debemos aprender que unirnos como ciudadanos tiene ventajas claras, que necesitamos un pacto entre todos para superar nuestros retos. La ciudad necesita aprender a ser competitiva, a proveer seguridad, salud, educación y movilidad a nuestros habitantes, a superar la desigualdad mancomunadamente, aprender a ser puerto y al mismo tiempo ser turística e industrial, aprender a ser la capital no del caribe colombiano sino de toda la cuenca del Caribe, ese fue nuestro propósito fundacional y para eso contamos con esta ubicación privilegiada.

Apostarle a construir una sola Cartagena vale la pena aunque este haya sido un intento fallido, la ciudad no puede ser inferior a su historia y a sus obligaciones con sus habitantes, con la región y el país.
Sergio A. Londoño Zurek
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domingo, 21 de agosto de 2011

Pensar con el Deseo


Por: Sergio Alfonso Londoño Zurek


Quienes me conocen saben que Cartagena de Indias me desvela, me empuja y me motiva, me llena de profunda tristeza y me fortalece. Cartagena es un paradigma y un enigma en mi vida, la ciudad en la que nací, en la que se resume toda mi historia me desconcierta a ratos. Me obliga a recordar que son 478 años de historia grabada en sus piedras fundacionales pero más que todo en el corazón de sus moradores. Este año, como los que ya pasaron y los que vendrán, supone un reto para la ciudad de altísimas proporciones. Sin embargo, este es uno de esos especiales cuando se eligen las autoridades civiles de la ciudad.

Por ello, Cartagena de Indias está en mi mente y en mi corazón todos los días. Más que nada sus habitantes me retan porque nuestro futuro compartido me preocupa sobre manera y me dice que la obligación de actuar en beneficio de la ciudad es una que se carga desde que se nace. Nunca he sido una persona que se queda callado y hoy no fue la excepción, ya que discutiendo del futuro incierto y del Palacio de la Aduana lancé con firmeza el nombre de la persona que yo creía digna de tomar las riendas de la ciudad. Enseguida una persona a la que aprecio con sincero cariño me dijo que estábamos pensando con el deseo, que las maquinarías eran demasiado poderosas, que las fuerzas oscuras no se iban a dejar quitar la Aduana nuevamente.  Admitieron todos que esa persona era las más calificada, recta, honesta, incorruptible y progresista de toda la contienda y que llevaría a Cartagena por la senda de la virtud y el desarrollo logrando una sinergia entre sus frentes.

En ese momento me convencí una vez más de votar por esa persona el 31 de octubre, pensé sin dudarlo en ese futuro brillante de Cartagena y me ericé. Que mayor honor que respaldar a una persona capaz de inspirar eso en la gente poniendo como testigo su trabajo de toda una vida. Sin embargo, esa frase de “pensar con el deseo” me llenó de coraje porque sacudió los mismos cimientos por los cuales vale la pena participar en política. A la política se entra para tomar las decisiones más importantes de una sociedad con honorabilidad, sabiduría, fortaleza, transparencia, respeto y sentido de responsabilidad no solo para aquellos que viven hoy sino para las generaciones pasadas y futuras. Pensar con el deseo es precisamente eso que esta bien hacer en política porque es soñar que las cosas si pueden ser mejores y que un voto es capaz de transformar nuestra realidad. Pensar en la derrota es precisamente lo que le otorga poder a los corruptos, a los vanidosos, a los débiles de carácter pero gigantes de ambición que no logran domar sus demonios internos y que los llevan a cometer los actos de barbarie más atroces. Atroz es derrotarse ante aquellos que roban la salud y la educación de los niños y que después se exhiben ante el mundo cobijados por honorables títulos y la pleitesía bufona de aquellos lagartos dispuestos a vender su alma por una miga de fama y un cuarto de hora de fortuna.

Yo si pienso con el deseo, yo deseo que Cartagena sea una ciudad proyectada hacia el futuro y que no sea menos de lo que su razón de ser le exige. La “muy noble y muy leal” urbe de Cartagena de Indias y sus habitantes no podemos derrotarnos antes de que la faena comience. Es cierto que una cortina de hierro ha querido caer sobre nuestra ciudad pero ¿acaso ello significa que estamos dispuestos a dejarnos vencer, a perder la libertad de decidir los destinos de nuestro hogar? Yo creo que no. Yo creo que tenemos que seguir adelante, que la campaña electoral nos ha demostrado quien es la mejor candidata para ocupar la silla de Heredia, de Romero, de los mártires, la silla de nuestros antepasados y la de nuestros hijos y nietos.

En este bicentenario mi voto será depositado pensando en el deseo sincero de progresar, de reducir las inequidades, de convertir a Cartagena de Indias en un faro de referencia para el mundo entero y de hacer de nosotros, sus habitantes un pueblo gobernado bajo los principios rectores de Autoridad y Educación. Mi voto deseoso es para Roxana Segovia, mi voto es por Cartagena de Indias, mi voto es por todos.

21 de agosto de 2011